Roma lleva el cambiante escenario político de México a los Óscar
Pese a estar ambientada en los años ‘60, la película de Alfonso Cuarón coincide con un momento de transformaciones bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
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Si el arte imita la vida, queda claro por qué Roma, de Alfonso Cuarón, es la película del momento en México.
La historia conmovedora y las emotivas imágenes en blanco y negro, que han ganado una gran cantidad de trofeos de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (Bafta) en la previa de los Premios Óscar de la próxima semana, no sólo evocan los recuerdos de una generación de mexicanos de clase media criados por niñeras indígenas como Cleo -la entrañable protagonista de la película- que eran amadas por las familias que servían, pero consideradas como socialmente inferiores.
La resonancia de la película radica en su capacidad para canalizar al espíritu político en el país de origen de Cuarón, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador atrajo a millones de votantes al prometer, finalmente, dar prioridad a las personas como Cleo y a cerrar las brechas sociales.
Dos semanas después de asumir el cargo, López Obrador realizó una proyección gratuita de "Roma", con ponche y palomitas de maíz, en Los Pinos, la antigua residencia presidencial que abrió al público. Muchos de los 3 mil espectadores estaban asombrados de ver una película en lo que durante décadas había sido el Palacio de Buckingham de la nación.
Bienvenido al nuevo México igualitario, fue el claro mensaje del nuevo presidente, el hijo de tenderos de clase trabajadora y autoproclamado campeón de la gente común. Sólo usa un traje por respeto a la institución de la presidencia y expresa su desprecio tanto de la prensa "engreída" como de los políticos privilegiados y corruptos que venció de forma abrumadora.
México en la pantalla
No es la primera vez que las películas han reforzado el ambiente nacional. Hace seis años, Enrique Peña Nieto se instaló en la presidencia. Su Partido Revolucionario Institucional (PRI) -que había gobernado México durante la mayor parte del siglo XX, y que constituía lo que el autor peruano Mario Vargas Llosa denominó la "dictadura perfecta"- estaba disfrutando del resplandor de regresar al poder después de 12 años de oposición.
Ese año, "Nosotros Los Nobles" fue un éxito del cine. Era una entretenida sátira de los 'mirreyes' -el apodo, que significa "mis señores", otorgado a los engreídos hijos de los súper ricos- y su reacción cuando su padre simula la bancarrota que los obliga a cambiar su actitud holgazana y su estilo de vida sin valor.
Peña Nieto, el joven presidente con aspecto de figura de cine, era la encarnación de la riqueza, del privilegio y de las conexiones políticas de la élite, aunque había prometido una nueva era de reforma. Justo cuando la película estaba haciendo historia en la taquilla, estalló un escándalo 'mirrey' en la vida real. Los funcionarios del Profeco, la agencia mexicana de protección al consumidor, descendieron sobre un restaurante de moda, y estaban aparentemente a punto de cerrarlo porque la hija del director de la agencia se quejó cuando le negaron la mesa que quería. Los demás clientes del restaurante se burlaron de ella en las redes sociales, bautizándola como 'Lady Profeco'.
Un año más tarde, "La Dictadura Perfecta" apareció en las pantallas cuando el gobierno estaba lidiando con el secuestro de 43 estudiantes que expuso la arrogancia, la corrupción y el sentido de derecho 'mirrey' que había contaminado el antiguo partido. Peña Nieto nunca se recuperó.
La promesa de AMLO
El desprecio de López Obrador por todo esto es claro. Su tono moralista domina las conferencias de prensa diarias.
Ha criticado vehementemente a presidentes anteriores por tomar empleos lucrativos en el sector privado, se ha regocijado en despojarlos de sus ricas pensiones y planea subastar una flota de camionetas SUV y otros vehículos que no son necesarios bajo su Ley de Austeridad Republicana. También desechó un aeropuerto diseñado por Norman Foster afirmando que con ello ahorraría millones, duplicó las pensiones estatales para discapacitados y ancianos, lanzó un programa de aprendizaje para jóvenes, aumentó el salario mínimo y prometió subsidios a los pequeños agricultores.
Los líderes empresariales y la elite de México, que lo ven como un populista peligroso, están perturbados.
Pero su índice de popularidad es de 86% tras dos meses en el cargo. No es de extrañar que la última comedia mexicana en las pantallas sea "Mirreyes contra Godínez", una aventura de guerra de clase sobre cómo el arrogante heredero de un empresario es forzado a poner los pies en la tierra por los simpáticos trabajadores de oficina (los 'godínez', según la jerga local) de su empresa.
Ya que López Obrador se ha enfocado en los problemas sociales de México -y obtendrá un impulso adicional si Cuarón continúa con la racha ganadora del país en la categoría de 'mejor director' en los Premios Óscar- seguramente espera que el actor mexicano Diego Luna haya tenido razón cuando dijo: "El cine es un espejo que puede cambiar el mundo".